Diversos estudios demuestran que los hijos y las hijas de familias que conviven con sus padres y madres en una situación de conflictividad de pareja frecuente sufren mucho más y tienen más dificultades de adaptación de desarrollo psicoafectivo que los niños y las niñas de familias que, aunque sus padres estén separados o divorciados y no viven juntos, tienen un bajo nivel de conflicto entre sí.
Una vez que padres y madres han decidido separarse, la cooperación entre ellos es fundamental para el desarrollo adecuado, así como el bienestar presente y futuro de sus hijas e hijos.
Si los padres y las madres, durante el proceso de ruptura de su relación de pareja, no consiguen gestionar adecuadamente sus conflictos y colaborar en beneficio de sus hijos e hijas, estos se van a ser los principales perjudicados, pudiendo desarrollar una serie de sintomatología, secuelas y dificultades que, en ocasiones, se prolongan durante su desarrollo adulto.
Estos estudios señalan que el impacto del divorcio depende de:
- La salud psicológica del padre o de la madre con quienes conviven habitualmente los/as hijos/as.
- El grado de conflicto existente entre los padres y las madres antes y después del divorcio/ruptura.
- La colaboración, comunicación, cooperación y coordinación de padres y madres antes y después del divorcio o ruptura.
- Las habilidades en la crianza y educación de los padres y las madres.
- Los eventos estresantes para las/os hijas/os que acompañan y siguen al divorcio.
- La provisión de los medios materiales y económicos que necesitan los niños y las niñas.
- La facilidad/libertad de las/os hijas/os para relacionarse con sus progenitores/as y respectivas familias extensas.
- El tiempo de calidad del que disponen los/as hijos/as con el/la progenitor/a con el/a que no conviven de forma habitual.
Cuando se produce la ruptura de pareja y de la convivencia, es lógico que a las hijas y los hijos necesiten un periodo de adaptación y tengan una mayor o menor dificultad para adaptarse a estos cambios. En estos casos, los/as hijos/as deben gestionar emociones complejas que no son agradables y además, deben desarrollar relaciones nuevas con cada progenitor/a por separado, así como con nuevas figuras que antes no existían en su vida, como parejas de su madre o padre, “hermanastros/as”, etc.
Sin embargo, si el padre y la madre gestionan bien sus conflictos (manteniendo a sus hijos/as al margen) y siguen trabajando juntos como padres y madres, esta situación, afortunadamente, será temporal y las/os hijas/os superarán esta fase.
También debe tenerse en cuenta que la reacción de cada niño y niña depende de su nivel de desarrollo, su temperamento, su estilo de aprendizaje, sus fortalezas y necesidades únicas, así como del apoyo con el que cuenten.
Las hijas y los hijos piensan, sienten y preguntan.
- Los pensamientos infantiles tienden a ser “simples” (las cosas son buenas o malas) y “mágicos” (si sienten que sus pensamientos causan los eventos).
- Los/as hijos/as, tras la ruptura, guardan recuerdos del matrimonio de sus padres y, frecuentemente, desean y fantasean con que sus figuras de referencia más importantes, mama y papá, se reconcilien y todos vuelvan a vivir juntos.
- Los niños y las niñas pueden sentir tristeza, soledad, ira, irritabilidad, vulnerabilidad, temor, culpa, vergüenza, celos y alivio.
- Se preguntan: “¿Por qué? (…) ¿Es por mi culpa? (…) ¿Y si me abandonan a mí también? (…) ¿Qué va a pasar conmigo ahora? (…) ¿Qué se supone que debo hacer? (…) ¿Cómo puedo agradar a los dos? (…)¿Puedo arreglarlo? (…) ¿De qué lado estoy? (…) ¿Será todo normal algún día? (…) ¿Volverá a ser como siempre?”.
Ayudar a los/as hijos/as en esta situación, requiere tiempo, esfuerzo y constancia.
Para aliviar el impacto del divorcio en las hijas y los hijos, es necesario empatizar con ellas y ellos, entender su dolor, sus pensamientos, respetar sus sentimientos, aportarles seguridad, y responder, SIN MENTIR y sin dar detalles innecesarios a sus preguntas. En resumen:
- Observar y escuchar a los/as hijos/as para reconocer e identificar señales de malestar.
- Mantener una comunicación abierta con ellos/as dándoles explicaciones que puedan comprender.
- Transmitirles frases como: “no es tu culpa (…) te queremos igual que antes (…) son cambios y a veces pueden ser difíciles, pero todo va a ir bien”.
- Cumplir los compromisos y promesas.
- Pasar tiempo agradable con ellos y ellas, mantener las rutinas y/o elaborar algunas nuevas (en consenso) y continuar celebrando las festividades.
- No hacerles partícipes, ni testigos, de conflictos y diferencias entre sus padres.
- Proveer normas y límites razonables en el hogar (que sean consistentes).
- Que los niños y las niñas vean respeto, unión y continuidad entre su padre y su madre.
- Mantener la estabilidad en la vida de las/os niñas/os.
- Seguir llevando a cabo rutinas y obligaciones.
- Facilitar el contacto de hijos/as con todos/as sus familiares.
- No fomentar el conflicto con el/la otro/a progenitor/a ni decir cosas negativas del/la otro/a.
Nuestra experiencia como profesionales nos muestra que el divorcio va a suponer una nueva etapa en la vida de hijos e hijas, hacerles ese camino más fácil depende de sus padres y madres y si estos/as siguen ejerciendo sus funciones de una forma coordinada, las/os niñas/os van a estar bien.